Las primeras veces siempre son excitantes, sean sexuales o sencillamente, primeras veces. Todo el mundo recuerda cuál fue la primera película que vio en el cine. Todos recordamos también cómo fue nuestro primer concierto, o la primera vez que nos emborrachamos. Y no es que las primeras veces tengan que ser maravillosas, que a veces lo son. Pero otras, sin embargo, son un cúmulo de malas decisiones e inexperiencia, un cóctel mortal que puede hacernos disfrutar bien poco de la experiencia. Eso sí, todas las primeras veces, buenas y malas, se acabarán convirtiendo en algo inolvidable. Y de eso se trata, al fin y al cabo. La primera vez no tiene por qué ser perfecta, pero es el preámbulo que nos permite tener una segunda, una tercera, y así hasta convertirnos en auténticos especialistas. En el sexo, obviamente, pasa lo mismo.
Las primeras veces de la mayoría no son precisamente espectaculares. De hecho, casi siempre se alude a ellas como experiencias bastante caóticas donde nada sale bien. La torpeza de la inexperiencia, las altas expectativas, hacen que esa primera relación sexual se quede en nuestra memoria más como un fracaso que como otra cosa. Pero también puede ser diferente, y vivir algo mágico, como de película, con esa persona a la que amamos por completo y que estará deseando hacerlo con nosotros igualmente. Y nos importará poco si somos más o menos experimentados, o si al final era como parecía o no tan intenso. Lo importante es que lo hemos hecho con quien queríamos, y eso ya no lo borrará nadie. La primera relación sexual sirve también para abrir la veda de otras muchas, más intensas, más experimentadas, y seguramente más disfrutables. Pero hay momentos en los que uno necesita acudir a una profesional para comprobar que lo que ha aprendido es justo lo que necesita saber. Una profesional del sexo que se gana la vida, literalmente, entregándose en el placer con los demás. Y de nuevo volvemos a las primeras veces, cuando tenemos que enfrentarnos a la primera visita a un burdel.
Nuestro primer encuentro con una prostituta
Contratar los servicios de una prostituta es una de las muchas opciones que cualquier hombre tiene para disfrutar del sexo. Una de las más rápidas y eficientes, eso sí, aunque luego tengamos que pagar por ello. Porque estamos dejándonos de rodeos y yendo exactamente hacia lo que queremos hacer. Disfrutar de un rato de vicio y placer con una chica que, además, ya sabe muy bien de qué va la cosa y es capaz de saciarnos como seguramente ninguna otra chica “normal” lo haría. El primer encuentro con una prostituta suele ser bastante importante por los nervios y expectativas que llevamos. Y por supuesto, podemos quedar con ella en cualquier otro lugar, incluso en nuestra casa, si lo necesitamos. Pero lo habitual es acudir a un burdel, el lugar donde ellas se reúnen para trabajar más cómodamente.
Reservar cita o ir de improviso
Los burdeles suelen tener un horario de apertura bastante amplio, sobre todo por las tardes y las noches, aunque algunos están 24 horas accesibles. Podemos acudir en cualquier momento a este local, sabiendo que siempre habrá chicas disponibles para poder disfrutar con ellas. Hacerlo de improviso, un día que tengamos ganas de pasar un buen rato, o que estemos deseando despejarnos por completo de todo el agobio y el estrés. Nuestra recomendación, sin embargo, es que reservemos una cita previa en el burdel, para tenerlo todo más controlado. Podemos buscar a las chicas en los perfiles de las páginas de contactos, e incluso elegirla antes de verla en persona. Puede parecer algo arriesgado, pero al menos no perderemos tanto tiempo escogiendo a la chica in situ, o podremos estar justo con la que más nos llame la atención, sin la necesidad de conformarnos solo con las que están trabajando en este momento.
Elegir a la chica que más nos guste
Cuando estamos en el burdel, si ya hemos reservado, la chica que hayamos elegido previamente nos estará esperando. Es importante entender que, si no es como en las fotos, o simplemente hay algo que no nos gusta en ella, podemos cambiar de opinión y marcharnos o elegir a otra chica. Es algo habitual en este tipo de locales, así que no debería haber mucho problema en ello. Si acudimos de improviso, sin conocer a las chicas antes, puede que nos encontremos con muchas amantes hermosas y sensuales, o puede que ninguna nos acabe de gustar del todo. Estar seguro de lo que uno quiere es importante en esta situación, porque eso también ayudará a que los nervios se nos pasen antes. El burdel nos ofrecerá a varias chicas, todas ellas dispuestas a saciar nuestras fantasías, y solo tendremos que escoger a la que más nos guste.
Dejarnos llevar por la pasión
Es el momento de la verdad. La experiencia en el burdel no es completa hasta que no estamos en la chica y nos dejamos llevar. Porque ir para tomar una copa o ver lo que hay, a nosotros al menos, nos parece bastante absurdo. Estamos allí para follar de verdad, con una profesional que además sepa hacernos esas cositas que las otras no podían o no sabían. Por eso, cada instante puede ser divertido y excitante de la mano de estas escorts, pero hay que tener la mente despejada. Dejar los nervios a un lado y ponernos en sus manos. No se van a reír de ti, ni te van a avergonzar. No estáis haciendo nada malo. Solo disfrutar de un placer delicioso en buena compañía, solventando los tabúes y los miedos. Esa es la experiencia que necesitas, y seguramente sea mucho mejor, a todos los niveles, que tu primer encuentro sexual.
Discreción ante todo
Una de las cosas que siempre debemos tener en cuenta a la hora de ir a uno de estos locales e la discreción. Tal vez no nos importe que alguien nos vea entrar o salir de ellos, pero la prostitución, por desgracia, sigue estando muy estigmatizada. No se trata ya de ocultarle algo así a nuestra pareja, por ejemplo, sino de no exponernos ante amigos o incluso compañeros de trabajo. Porque tampoco hay necesidad. Es nuestra vida privada y con ella podemos hacer lo que queramos. Para ser más discretos, intentaremos no llegar directamente con nuestro coche hasta el burdel, y hacerlo, si es posible, en transporte público. Llevaremos ropa normal, de calle, tratando de no llamar demasiado la atención. Y al volver, exactamente igual.