El sexo ha sido una constante a lo largo de toda la historia, y en las diferentes épocas, su importancia ha sido capital para entender la sociedad, por cómo lo encaraba, por la libertad que otorgaba a las personas a la hora de disfrutar de ello, en privado, en público, de una manera o de otra. Siempre nos ceñimos al estudio del comportamiento sexual en las últimas décadas o como mucho, en los últimos siglos, ya que contamos con grabados, obras de arte y sobre todo, muchísima información recogida en testimonios de primera mano, desde la Antigüedad a nuestros días, donde se detallan las prácticas sexuales más habituales, y cómo el ser humano disfrutaba del placer carnal en las diferentes etapas de la Historia.
Sin embargo, la Prehistoria, todo ese periodo anterior a que la sociedad surgiera, sigue siendo un espacio casi virgen en este tipo de investigaciones. Se tiende a brutalizar muchísimo aquella época, ya que el ser humano todavía no había desarrollado por completo sus habilidades sociales, y todo lo resolvía, evidentemente, con violencia… ¿O tal vez no? El estudio del arte prehistórico y de los últimos descubrimientos sobre aquella época ha arrojado un poco más de luz sobre la cuestión del sexo en la Prehistoria, algo que fascina a los investigadores, porque no tiene nada que ver con la imagen prejuzgada que solemos tener a este respecto. Hombres llevándose a las mujeres a la cueva a rastras para tener sexo con ella, quisieran o no, y las hembras relegadas a un segundo plano… ¿Era así? Descubrámoslo.
El papel de la mujer en el sexo
Aunque para muchos la mujer simplemente se quedaba en la cueva cuidando a los niños y el hogar –cosa que por otra parte no debía ser fácil en aquellos tiempos-, las últimas investigaciones han desvelado que hembras también salían a cazar en la Perhistoria, y se ocupaban igualmente de la recolección de frutos, tareas que parecían exclusivas para los hombres. En cuanto al sexo, se cree que había muchas sociedades matriarcales donde era la mujer la encargada de elegir al varón con el que tendría una familia. Es cierto que, por poder tener hijos de distintos hombres, las mujeres más fértiles de cada lugar seguramente no tendrían una pareja sexual concreta, pero los últimos estudios intentan acabar con esa imagen de servidumbre y sumisión absoluta de la mujer sexual de la prehistoria.
Prácticas sexuales de la prehistoria
Muchos se sorprenderán al descubrir que las prácticas sexuales prehistóricas están a la altura de las actuales… e incluso pueden llegar a ser más avanzadas. Y es que en aquellos tiempos no parecía haber tanto problema en las relaciones homosexuales, o en distintos tipos de sexo, incluyendo el oral y el anal. De hecho, hay vestigios del paleolítico en los que podemos encontrar consoladores femeninos, en forma de grandes falos hechos de madera o incluso de piedra, que han llegado a nuestros días ya no solo como símbolos de fertilidad, que también, sino posiblemente como los primeros juguetes sexuales de la historia. Incluso algunos expertos apuntan a que nuestros conocían los efectos afrodisiacos de determinados alimentos, y eran capaces de aprovecharlos para tener mayor vigor sexual.
Nuestros antepasados eran mucho más desinhibidos en determinadas prácticas sexuales que nosotros, de forma instintiva, natural, cuando todavía no había tabúes sociales que marcaran lo que estaba bien o lo que estaba mal. En muchas ocasiones, las relaciones sexuales se daban por mero instinto y atracción mutua, en el instante, sin tanta parafernalia por medio. El cortejo podía consistir en ofrecer algo a la hembra, como una pieza de caza o frutos recolectados, pero el olor tenía una importancia vital. Como ocurre con otros mamíferos, el ser humano también se ha guiado casi siempre por el olor a la hora de escoger a sus parejas sexuales. Un olor determinado, el que desprenden las feromonas, por ejemplo, nos hará parecer más atractivos a ojos de nuestras posibles parejas sexuales.
Mucho más que una forma de reproducción
La idea de que en la Prehistoria el sexo solo era una manera de concebir nuevas vidas y reproducirnos es también errónea, ya que se ha demostrado que había relaciones homosexuales y heterosexuales por puro placer, así como indicios de relaciones onanistas, como la propia masturbación. El placer por el placer era algo importante también para nuestros antepasados, y esta lección nos debería servir para entender que llevamos en nuestro propio instinto de animales el disfrutar del sexo porque sí, no solo por su función reproductiva. La libertad sexual que parecía existir en aquellos tiempos, cuando todavía no había una sociedad o una religión que impusiera normas, nos debería enseñar un camino a seguir sobre todo para respetar todo tipo de gustos sexuales hoy en día.
Qué nos revela el arte paleolítico
La mayoría de estos conocimientos y datos nos han llegado gracias al arte paleolítico, del que tenemos muchísimas muestras tanto en España como el resto de Europa, y también en otros lugares de África y Oriente Medio. En aquella época era común pintar en cuevas, en tablillas o en cualquier otro soporte, y ese es el legado que aquella sociedad nos dejó, para entenderla mucho mejor, para conocer su vida y sus costumbres de una manera mucho más fehaciente. El arte es la forma que tenemos de conectar con todo nuestra Prehistoria, y por eso es tan importante conservarlo, para saber de dónde venimos.
Dentro de esas pinturas rupestres encontramos muchos símbolos de fertilidad, desde grandes falos viriles hasta dibujos de hembras fértiles, con muchas curvas, que eran justo como se entendía la fertilidad en aquellos tiempos. También se han encontrado protojuguetes sexuales como consoladores de piedra, que no debían ser precisamente placenteros al principio… Se conoce también que, en aquella época, las prácticas homosexuales estaban bien vistas o al menos, eran algo habitual, por lo que se ha podido sacar de los dibujos que se han encontrado. Una manera fascinante de viajar atrás en el tiempo y ver nuestra propia historia.